haz un alto, respira hondo, déjate sentir y,
literalmente, siéntate a respirar.
No juzgues, ni trates de resolverlo en ese instante,
y tampoco lo deseches ni lo niegues.
Conéctate con tus sentimientos y déjalos hablarte,
decirte lo que te tengan que decir,
pues recuerda que son una parte esencial de tu experiencia en este paso por la vida.
Si te atreves a sentirlos bien, son el examen de lo vivido.
No te pierdas en el remolino de pensamientos que intentan explicarte lo que ha pasado,
cómo, por qué o para qué pasó.
Esas respuestas vendrán después desde la verdad más profunda,
cuando abras un espacio que le permita a tu sabiduría interior emerger
con todo lo que necesitas saber, pero no desde tus juicios.
A veces pasa un tiempo corto, otras es más largo,
pero si lo dejas, se revelará.
Lo más importante es que le hagas un lugar.
Cuando sientas que todo colapsa, que el mundo te abruma,
que las cosas o las personas no son como esperabas,
déjate ir con este colapso, déjate caer,
no pongas resistencia y permite que se derrumbe.
Como en una avalancha, la naturaleza sabe qué piedras dejar y cuáles no.
Y es sabia.
Abre los dedos y no te aferres a las imágenes de lo que pensabas que era o cómo debió haber sido.
Deja que en su lugar aparezcan nuevas radiografías cargadas de la verdad.
Acuérdate que la verdad libera.
Respira hondo y no dejes de hacerlo,
porque la respiración te recordará cuán vivo estás
y te enlazará con el presente para que el camino que tengas que seguir se te revele con mucha claridad.
Suelta incluso las expectativas sobre ti mismo,
porque te puede llegar a sorprender toda la fuerza que tienes.
Que no te dé miedo sentir tus heridas,
al contrario, exponlas al sol para que sanen más rápido,
y también siéntete orgulloso del valor que tienes para enfrentarlas.
No las conviertas en heridas de muerte,
ni dejes que se llenen de la pus del resentimiento,
porque mientras estés vivo, no son para matarte,
ni para que renuncies, ni para que odies,
sino para que aprendas más, para que ames más,
para que conozcas más el espectro de las posibilidades humanas,
con todos sus matices, porque la vida es lo frío y lo caliente,
y en el corazón estos polos se convierten en una sola pieza, en un solo sol.
Cuando sientas que todo sale mal, no le temas,
ni siquiera lo etiquetes, porque aunque parezca malo,
probablemente sea el desvanecimiento de la cortina de humo que estabas esperando para vivir lo mejor que te ha pasado.
Cuando sientas que todo sale mal,
tal vez sea la gran señal de la vida para que todo tu escenario dé un giro de 90 grados,
y dejes de una vez por todas de caminar en círculos
para retomar tu camino en la ascendente de la espiral evolutiva,
y entonces, convertirte en el gran maestro que estás destinado a ser.
Publicado por Virginia Rubio. Fuente AE
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