Nuestro sistema inmunológico es un sofisticado sistema diseñado para proteger nuestro organismo del ataque de virus, bacterias, hongos y células malignas. Posee un monitoreo constante de nuestro cuerpo y allí dónde detecta alguna anormalidad, lanza los glóbulos blancos para restituir el tejido normal, y lo hace con una eficiencia notable. Toda la especie humana debe su supervivencia a este maravilloso sistema que nos protegió mucho antes de que existieran antibióticos, medicamentos, medidas higiénicas, etc.
Sin embargo, como todo sistema de nuestro cuerpo también puede estar sometido a desequilibrios, de tal forma que cuando funciona con menor capacidad de la normal aparecen las enfermedades.
Esto también abre las puertas a la invasión de todo tipo de microorganismos que aprovechan estas brechas para su ingreso. Otro tipo de enfermedades de nuestro sistema inmunológico son las autoinmunes, que son aquellas dónde nuestro “ejército interno” se enloquece y termina atacando a tejidos normales de nuestro cuerpo. Algunas enfermedades autoinmunes son la esclerosis múltiple, la fibromialgia, el síndrome de fatiga crónica, el lupus, etc . En este caso existe un lazo detectado entre el aumento del estrés y los picos de ataque de estas enfermedades.
El general que dirige este sistema defensivo es la glándula Timo, que se encuentra en el centro de nuestro pecho. Desde allí comanda todas las “operaciones” de defensa. Numerosas investigaciones han demostrado que esta glándula está fuertemente influida por los estados emocionales. Una intensa carga emocional negativa puede hacer que disminuya su capacidad hasta en un 50%. Por eso es que después de grandes disgustos es más probable que se desarrollen enfermedades en nuestro cuerpo.
El timo crece cuando estamos alegres y encoge cuando estamos estresados y aún más cuando nos enfermamos. Esa característica confundió durante mucho tiempo a muchos, que a través de las autopsias y siempre lo encontraba achicado y encogido. Se suponía que se atrofiaba y dejaba de trabajar en la adolescencia, tanto es que durante décadas muchos médicos bombardeaban timos perfectamente saludables con altas dosis de rayos X, creyendo que su ‘tamaño anormal’ podría causar problemas.
Más tarde la ciencia demostró que, así mismo aunque encogiéndose después de la infancia, él sigue siendo activo; es uno de los pilares de nuestro sistema inmunológico, junto con las glándulas adrenales y está directamente relacionado con los sentidos, la conciencia y el lenguaje.
Como una central de teléfonos por donde pasan todas las llamadas, hace conexiones tanto hacia afuera como hacia adentro. Si somos invadidos por microbios o toxinas, reacciona inmediatamente produciendo células de defensa. Pero también es muy sensible a imágenes, colores, luces, olores, sabores, gestos, toques, sonidos, palabras y pensamientos. El Amor y el odio lo afectan profundamente.
Los Pensamientos negativos tienen más poder sobre él que los virus y bacterias, entonces el timo intenta reaccionar y se debilita, luchando contra un invasor desconocido “solo pensamientos” y abre espacios; entonces el sistema inmune se debilita y las infecciones sobrevienen.
En compensación, pensamientos positivos consiguen activar todos sus “poderes”, recordando que la fe remueve montañas.
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