Vivimos en una era en la que, quienes miran hacia dentro de sí mismos, hacia el ser interior y hacia Dios, pueden verdaderamente emprender
un nuevo camino. Con valentía y determinación podemos acceder a
un océano de paz, amor, felicidad y poder que transforma la forma en
que nos vemos a nosotros mismos y a los demás.
El proceso de renovación es sencillo. A lo largo del tiempo, nuestros ojos han estado cubiertos por telarañas de ilusión; ahora tenemos que ser como la araña que se traga su propia tela. Tenemos que recoger los
hilos de nuestras antiguas formas de pensar y sentir, y reconocer que ya
no nos sirven en la forma que deseábamos.
Pensábamos que podríamos encontrar la felicidad fuera de nosotros,
que podríamos vivir desde fuera hacia dentro. El bienestar se basaba cada
vez más en cosas externas a nosotros, que nunca son estables y,
en consecuencia, la inseguridad y las preocupaciones se hicieron mayores
y hemos llegado a estar a atrapados en una red de dependencias
y adicciones físicas.
Ahí empezamos a desarrollar temor a perder las cosas de las que
dependíamos. Finalmente, cuando las perdimos, lo cual sucede tarde o temprano con todo lo que es temporal, fue cuando sufrimos mucho internamente.
Cuando aprendemos a enfocar la energía de nuestros pensamientos hacia nuestro
interior y conectarlos con Dios, podemos liberarnos de todas las prisiones
mentales.
Al desarrollar un foco interior en nuestras vidas, desarrollamos el poder de
actuar alineados con nuestra verdad, nuestra naturaleza positiva. En
lo más profundo de nosotros mismos disponemos de la capacidad
suficiente como para relacionarnos con el mundo con plena generosidad de
espíritu.
Esta es la base para una vida llena de satisfacción y plenitud.
Fuente: B. K. Publicado por Virginia Rubio
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