2011/06/19

El ciervo almizclero

Érase una vez un ciervo almizclero. Es propio de los ciervos almizcleros exhalar un penetrante aroma que brota de sus órganos internos y que se esparce en muchos metros a su alrededor. Cuando el ciervo se hizo adulto, comenzó a oler el intenso perfume, pero no era capaz de localizar de dónde provenía.
¿De dónde surgía aquel olor? Comenzó a buscarlo, pero no lograba hallar su fuente. Era un olor dulce, que extasiaba los sentidos, envolvente y que cada día que trasncurría le despertaba mayor anhelo por saber de dónde emanaba. Durante años buscó el origen del perfume, ignorante por completo de que lo exhalaba él mismo.Envejeció y murió. Mientras agonizaba, se preguntaba de dónde surgriría aquel arrobador aroma y se lamentaba muy de veras por no haber podido hallar su origen.



Reflexión
Nuestra mente es centrífuga y en su bullicio no deja de externalizarse. Vivimos siempre así, dando vueltas a la circunferencia sin recuperar el punto central. La excesiva externalización nos hace pagar un elevadísimo coste psíquico; nos distancia de nuestro ser y nos aliena. Los pensamientos siempre son agitados y saltan de la rama del apego a la del aborrecimiento. Se evaden al pasado o al futuro y no gustan de estar en el presente y menos de sentir al propietario de los pensamientos.
Hay que aprender a parar y a ver en uno mismo. No es lo msimo hacer que ser. Hay que equilibrar, haciendo y siendo. Lo que únicamente está dentro no puede hallarse fuera.El aroma del verdadero yo brota de la naturaleza real que hay que ir explorando y descubriendo en uno mismo.



Cuento espiritual de Oriente anónimo

Publicado por Ramiro Calle

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